dijous, 7 d’abril del 2011

The grammar of death (VIII)

En pocos minutos todos los habitantes de la mansión Crawford estaban concentrados en una sala de la casa: la biblioteca.
-¿Señor Hawkins?-se extrañó Jimmy.
El señor Hawkins, mayordomo principal de la vivienda, tenía entre sus manos una pistola que cogía con fuerza y determinación. En cuanto se dio cuenta de que todos lo estaban mirando con ojos acusadores, se trajo el arma a la altura de sus ojos e intentó dar una buena coartada:
-Me miran así por lo de la pistola, ¿verdad? Pues que sepan que yo no he hecho nada.
-¿Puede explicarse mejor, señor Hawkins?-pidió el detective Swan.
Él no era el único invitado a la casa aquella noche, pues también Ruth estaba con ellos con la excusa de que le daba miedo quedarse sola en casa después de la muerte de su hermano, Jake Miller.
-Alguien estaba merodeando por la biblioteca haciendo bastante ruido, así que decidí bajar a ver qué diablos ocurría. Encendí la luz al llegar, pues con las persianas cerradas a penas si veía el contorno de los objetos, pero quien quiera que estaba conmigo en la biblioteca, debió de apagarlas desde otro interruptor al cabo de medio segundo, ya que no me dio tiempo de ver nada. Cuando percibí que se aproximaba a mi con la pistola en mano, opté por bloquearle el ataque empotrándolo contra la pared e intentando quitarle el arma de las manos, y entonces fue cuando disparó. Estoy seguro de que intentaba darme en el pecho, pero yo le estaba regirando la muñeca y seguramente apuntó mal.
-¿Sabe a dónde se dirigió el disparo?-le preguntó el detective, que estaba apuntando todas y cada una de las palabras del mayordomo en un bloc de notas que llevaba siempre consigo.
-La verdad es que no, no he tenido tiempo de preocuparme por eso, pero si se detienen unos minutos a observar los muebles,  lo difícil va a ser no encontrar la bala.
-Dice que no vio quien era el intruso, pero ahora, ¿dónde está?
-No rompió ninguna ventana, pero tampoco salió por la puerta, pues yo la cerré un instante después de quedarme dentro de la biblioteca. Como mayordomo de la mansión, he tenido que aprenderme la geografía de esta casa mejor que la de la palma de mi mano, y puedo asegurarles que conozco cada rincón, por pequeño y insignificante que sea, de la mansión Crawford.
-¿Sabe por dónde huyó el hombre o la mujer que penetró en la casa?
-Por supuesto que sí. Si no salió por la ventana ni por la puerta, sólo puede haberse escapado por un sitio: la escalera que da al pasillo de abajo. Se accede a ella retirando este cuadro de aquí, así de simple.
El señor Hawkins les hizo una demostración de cómo se tenía que apartar la obra de arte que colgaba de la pared de la biblioteca para encontrarse con unas escaleras de madera que llevaban al piso inferior de la casa.
-Eso quiere decir que el asesino está aún entre nosotros.-observó Laura.
-¡Hay un asesino en mi casa!-exclamó la señora Crawford mirando de un lado a otro.
-Tranquilos señores, yo, el detective Swan, les juro por mi vida que a nadie le va a ocurrir nada hoy. Ahora, tendré que pedirles amablemente que abandonen la biblioteca para que yo pueda proseguir con mi investigación, puesto que me gustaría encontrar el paradero de la bala.
Uno a uno, con más o menos protestas, todos los inquilinos fueron saliendo de la sala para dejar al detective Swan con sus tareas policiales.
-¿Seguro que no va a pasarnos nada?-preguntó Ruth antes de abrir la puerta.
Ya sólo quedaban ella, el detective y Jimmy.
-No tienes que preocuparte por nada, Ruth.-contestó el detective.
Jimmy le pasó cariñosamente el brazo por los hombros a Ruth para acompañarla a la salida, y ella suspiró cansadamente.
Cuando estuvieron los dos solos fuera, Jimmy le perguntó:
-¿Estás bien?
-¿No nos ocurrirá nada?-dijo asustada.
-Claro que no, ya has oído lo que ha dicho el detective Swan.

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