dissabte, 2 de juliol del 2011

Lo que viví para contarte (II)

Mi esperanza no se ha desvanecido del todo, pero tengo que entender que no puedo esperar un milagro, eso sólo va a seguir haciéndome daño por dentro.
Lucy abre sus ojos azules como el cielo y, cuando se percata de que hay alguien más en su habitación, gira la cabeza lentamente hasta posar su mirada en mí.
He aprendido rápido que no debo dejarla hablar puesto que la confundiría demasiado. Conozco todas las preguntas que se forman en su mente como si fuera un libro abierto y, pese a conocer la mayoría de las respuestas, a ella no le conviene saberlas, así que no le doy tiempo a que las formule.
Buenos días. ―dicen delicadamente mis labios. ―Hace un bonito día esta mañana, ¿no es cierto?
Es algo como una pregunta retórica. Ella ya lo sabe, me conoce mejor que yo mismo.
Abro la libreta sonriente. Sé que me mira, esperando a que haga algo. Me aclaro la voz y empiezo, como cada mañana, a leerle los secretos de mi cuaderno. Sé que va a escucharme hasta que termine, pero lo que no sé, es si voy a poder terminar.

La primera vez que la vi, corría el año 1936. Yo vivía en una modesta casa con mis padres en Washington, tenía dieciocho años y una prometedora carrera como científico por delante.
Mis padres se hallaban en una buena situación económica y, por lo tanto, pudieron permitirse que sus dos hijos recibieran una buena educación y fueran a la universidad.
Mi hermana mayor hacía tres años que estudiaba la carrera de Filosofía en París, pues mis padres nos habían enseñado francés desde muy pequeños, y ahora yo quería ir allí para estar más cerca de mi hermana.
―James, el correo ha llegado. Hay una carta para ti.
En el momento que pisé el último escalón de la casa, no estaba considerando ni por asomo la posibilidad de ser aceptado en la mejor universidad parisiense que existía en aquellos tiempos, pero lo que jamás hubiera podido imaginar era que de camino a París, en el barco, ella estaría allí.
Había traído conmigo unas pocas cosas, sólo objetos que tenían valor sentimental y algo de ropa, todo lo demás ya lo compraría en Francia cuando llegara.
―Llevas una maleta muy grande, ¿puedo preguntar por qué?
Hasta entonces no me había fijado en la chica rubia que se sentaba justo a mi lado. Tenía la voz más dulce de todas y, además, era increíblemente bella, por lo que en ese momento me arrepentí de no haberle dicho nada agradable antes.
―Me voy a estudiar a París, quiero ser científico.―respondí, temiendo que se notara demasiado que mis mejillas se habían tornado rojizas de golpe.
Ella no dejaba de sonreírme. Se presentó: se llamaba Lucy.
Lucy, ese nombre era ahora digno de un ángel.
Lucy hablaba todo el rato con la ilusión y el optimismo en los ojos y la voz, cosa que me dejó asombrado y pensando en lo guapa e inteligente que era desde el principio de la conversación.
―Yo también me mudo a París este año. Quiero estudiar Arte Dramático. Actuar y cantar son dos cosas que me apasionan, ¿sabes?
Seguimos hablando durante horas, hasta el fin del viaje. Quedamos en vernos algún día para pasear por el campus o ir al cine y a tomar algo, aún nos quedaban muchas historias por contar.

3 comentaris:

  1. Uuuhhh... Me llegit la primera part i ara aquesta -si, tant boig estic-. M'agraden molt:) Ja pots anar preparant la tercera, que em quedo amb el mono, i el mono no vol compartir els platans :(
    (No em facis cas, ja t'ho he dit, estic boig).

    Que vagi bé, Carla:)

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  2. Oooohhh! Paris... bon puesto per estar al 1936! M'agrada molt aquesta història. Ja tinc ganes de saber com continua... em recorda vagament al còmic "Arrugas" de Paco Roca. Si no l'has llegit, te'l recomano fervorosament! és preciós...

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  3. Si t'he de dir la veritat, no em sona de res jajaja! Però si tu dius que està bé, ja me'l miraré.
    Gràcies per llegir-me :)

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