dimecres, 11 de maig del 2011

Lo que viví para contarte (I)

Amanece fuera, detrás del cristal de la ventana de mi pequeña y solitaria habitación, y los rayos de Sol, intentando traspasar el cristal, iluminan mi rostro viejo y arrugado aportándole algo de calor.
Me fijo en la libreta azul marino que reposa encima de la mesita de noche, inocente, escondiendo a ojos ajenos los secretos que oculta, los de toda una vida.
La cojo lentamente, esta noche casi no he dormido y estoy cansado, pero aun así  me levanto de la cama con una fuerza de la que ya no dispongo y empiezo a caminar hasta la habitación 327. Por el pasillo, mi enfermera favorita, la señorita Trewence, me detiene con una media sonrisa afable de buenos días.
― ¿Ya está usted levantado?, señor Armlin?
―Por favor, insisto en que me llame James. ―respondo.
Hace tiempo que estoy aquí, desde los setenta y ocho. Calculo mentalmente: hace seis años que vivo en esta residencia para ancianos y me siguen tratando como a un viejo cascarrabias cualquiera.
― ¿Irás a ver a Lucy esta mañana? ―me pregunta.
―Quiero acabar de contarle la historia por una vez, de modo que empezaré pronto. ―me explico.
― ¿Estás seguro? Lucy quizá quiera descansar, James. ―me advierte.
Todos los empleados de la residencia la tienen muy mimada. La cuidan mucho, a mi Lucy, y no me quejo en absoluto.
Sigo caminando después de despedirme de la señorita Trewence. Paro unos instantes para torcer mi camino hacia el pasillo que contiene de la 300 a la 350, pero me paro a medio camino, enfrente de la 327.
Con los nudillos de los dedos doy unos suaves golpes a la madera de la puerta y espero a que Lucy conteste. No lo hace, cosa que me hace suponer que sigue dormida. Entro dentro de la estancia y me siento sobre la sencilla silla que hay al lado de su cama y espero, paciente, a que los rayos de Sol lleguen a su ventana.

dilluns, 9 de maig del 2011

The grammar of death (X)

La señora Crawford no pudo soportar la tensión y, muy avergonzada, sacó un pañuelo de seda de la manga del vestido y se secó las pequeñas lágrimas con cuidado, sin llamar la atención.
-Señora Crawford, no llore, por favor.-rogó el señor Swan-. Me haría un gran favor si me explicase algo sobre este invento que quería hacer Jake.
Mary trató de tranquilizarse y, después de algunos sollozos ahogados, trató de hablar de nuevo.
-Bueno, Jake y Charles Kray, el del accidente, inventaron una nueva arma, pero no una cualquiera, una que revolucionaría la historia de las armas de América. Iban a recibir mucho dinero por ello, pero mataron a Jake y la fórmula ya no está donde solía.
-¿No la ha encontrado?
-Por ninguna parte.
Al detective se le encendió una bombilla. Le brillaron los ojos, pero no dijo nada, y Mary no preguntó nada al respecto.
-¿Qué razones tendría el ladrón para dar con la fórmula?
-Bien, quizá quisiera quedarse con el dinero, ¿no?-inquirió la señora.
-¿Usted cree? Aunque intentaron matarlo, el señor Kray sigue vivo en el hospital, así que el asesino no se quedaría con el dinero del invento.
-Supongo.-dijo Mary Crawford dándole la razón.
-Yo creo que, más bien, el asesino sea alguien que no está de acuerdo con el invento o... no sé, alguien a quien no le guste nada la idea y que quiera evitar que esa arma se construya.-se explicó el detective anotando cosas en su libreta sin parar.
Mary no entendió lo que el detective insinuaba, pero tenía la cabeza llena de preocupaciones que ella consideraba mayores, así que se despidió del señor Swan y condujo hasta su mansión de nuevo.
El detective Swan quiso asegurarse de algo antes de reunir a todos los huéspedes al salón principal, pero solo le llevó unos pocos minutos.
Inspeccionando unos momentos una de las habitaciones de la casa, encontró la fórmula.
En el salón principal, ya estaban todos reunidos, sentados sobre las butacas o el sofá, sin decir nada, esperando las respuestas a todas sus preguntas.
El detective Swan no se andó con rodeos:
-Cuando lo vi por primera vez, supe que aquello era importante, pero jamás pensé que sería la clave a nuestro enigma. Les hablo de la inscripción que alguien hizo con la sangre de Jake Miller en su habitación. ADIÓS GENERAL, eso escribió su asesino. Más adelante me contaron que el difunto señor Crawford había muerto honrando a su país en el campo de batalla, junto a Jake, con la diferencia de que él se salvó. Luego, supe el porqué. Jake había corrido a poner su vida a salvo y había dejado al viejo señor Crawford allí, herido gravemente, abandonándolo a su suerte. Eso me dejó muy claro qué clase de enemigos podría tener Jake, y reduje mi lista a sus familiares, los Crawford. Supe que Mary Crawford no había matado al señor Miller puesto que enseguida confesó que ella había sido la que había entrado en la biblioteca, pero no había ido allí para hacer daño a nadie. Además, Jimmy odiaba las armas, siempre las había odiado, más aún después de perder a su padre en la guerra, eso era razón suficiente para querer matarlo.
-¿Me está acusando?-saltó Jimmy.
-Pero Jimmy no puede ser nuestro hombre, él no pudo disparar al señor Kray, el otro inventor.-objetó Mary.
-No, claro que no, pero lo tenían todo planeado. Jimmy y Ruth, lo tenían todo pensado.
Ruth miró a Jimmy, con cara de circumstancias, pero el detective siguió hablando, y nadie se atrevió a detenerlo.
-Jimmy envenenó a Jake Miller vengando así, en cierto modo, a su padre, y le pidió a Ruth que matara al otro inventor, Charles Kray, para que así no se fabricara el arma y él quedara inocente, ya que estaba subido en el coche.
-¡Pero eso son tonterías! Ruth no estaría de acuerdo en matar a su propio hermano!-exclamó Jimmy, enfadado.
-Oh no, claro que no, a menos que matarlo te haga ganar miliones de dólares sin mover un solo dedo, ¿no cree?-dijo irónicamente el detective.
-¡Mi hijo no es un asesino!-saltó Mary Crawford, con los ojos que se le salían de las órbitas, pero no sirvió de nada, pues Jimmy lo estropeó todo:
-¡Él mató a mi padre, lo dejó morir!
Y entonces, los dos jóvenes enamorados lo confesaron todo.
Querían marcharse con el dinero que heredaría Ruth gracias a su hermano a vivir a otro país, a Europa quizá, y casarse allí para vivir felizmente.
Jimmy no se arrepentía de nada, pues afirmaba que Jake Miller había sido el culpable de la muerte de su padre y no merecía otro destino que la muerte.
Los dos fueron arrestados, y allí acabó el misterio de la mansión Crawford.
-Le felicito, señor Swan, ha atrapado usted a uno de los asesinos más peligrosos del país. Jimmy Crawford siempre había sido un tanto extraño, y se veía a venir que entre él y Ruth había algo que no aguardaba nada bueno.-le felicitó Charles Kray cuando se hubo recuperado.
Charles Kray cobró el dinero acordado y se marchó de Tennessee para olvidar el incidente, comprándose una gran casa en la magnífica ciudad de Los Ángeles.
Mary Crawford tuvo que internar en una redicencia para ancianos, pues estaba algo perturbado después de los hechos, y todos los jóvenes se marcharon de la mansión para continuar sus vidas en otra parte.
Jimmy y Ruth fueron encerrados en prisión.

FIN