dimecres, 6 d’abril del 2011

The grammar of death (VII)

Robert Blonde encendió la luz con una mano temblorosa y con la otra sostenía un plato de cerámica dentro del cual se consumía lentamente una vela de color rojo pasión. Sobre la pared, pintado con sangre, seguían aquellas letras que alguien había escrito la noche en que dieron muerte a Jake Miller.

ADIÓS, GENERAL


-Cada vez que veo eso en la pared me dan ganas de salir corriendo.- confesó Robert nerviosamente.
Jimmy no le hizo ni caso y fue directo al grano:
-¿Qué haces aquí? Son más de les tres de la madrugada y esta no es una habitción precisamente agradable, que digamos.-le acusó Jimmy.
-Oye, no te pongas así, Jimmy, sólo quería buscar una cosa de Jake.-intentó tranquilizarlo Robert.
-¿Por qué ahora, tú sólo y a oscuras? La policía ha ordenado que no tocáramos nada, ¿qué buscabas?
Robert se pasó su enorme mano por el pelo rojizo y, tragando saliva un par de veces, se decidió finalmente a hablar, pues no le quedaba otra:
-Intentaba encontar alguna pista, no lo sé, algo, algo que me indicara quién mató a mi mejor amigo. Concretamente esperaba encontrar la fórmula de su invento, el que diseñó junto a Charles Kray, un viejo amigo suyo, pero creo que ya no está.
-¿Para qué quieres el documento que contiene la fórmula, Robert?-inquirió Jimmy con tono cortante y seco.
-Para que no caiga en malas manos, para que esté a salvo.-contestó él, muy inseguro.- No quiero que se lo lleve la policía.
-Seguramente Charles necesitará los papeles, así que sácalos de donde estén y mañana se los llevaremos.
-Ya te he dicho que no sé dónde se esconden, alguien se los debe de haber llevado.
-¿Cómo que no están?
-Pues eso, que los han cogido.-anunció Robert.
-Tenemos que encontrarlos, Robert. No podemos dejar que los tenga cualquiera, son demasiado importantes.
-¿Y no deberíamos decírselo a la policía o a Charles Kray?
-No, no hay tiempo, ¡hay que encontrar la maldita fórmula!-ordenó Jimmy.
Se pasaron toda la noche buscando por la casa y pensando quién podría haberla cogido: podía haber sido alguno de los alojados en la mansión, alguno de los criados o incluso la propia policía.
Eran casi las siete de la mañana cuando, exhaustos, Jimmy y Robert oyeron un disparo que provenía de algún lugar de la casa.

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